Suena el despertador y comienza
un nuevo día. Los días pasan y ya asimiló que me encuentro a 10.000 km de casa,
la mitad de lo que mide la Gran Muralla.
Ducha y a desayunar. La
conversación no da para mucho, saber que con quién hablas, una vez lo coleccionaste
en los cromos de Panini.
Agarras las botas y para el campo
26. Los chicos de grado empiezan a asimilar los contenidos y la metodología. La
horas se acumulan y así todo es más fácil, cuatro días a la semana es más que
suficiente.
El sol aprieta, son diez de la
mañana y llegan los élite, gran suerte la mía. La calidad de estos chavales es
enorme. Primeras conversaciones con el jefe de la tropa, un gran tipo
predispuesto a ayudarme en todo lo que puede, un fenómeno el navarrico.
Cinco fieras entrenando con la
mayor ilusión posible y un “fangi” que se esfuerza por transmitir con pasión
cada una de mis palabras. Encantado es poco.
Llega la hora de comer y de
comentar con los compañeros, mucha calidad suelta, café y a casa.
La jornada continúa con
la preparación de entrenamientos, formaciones y metodología de trabajo, la
tarde da para mucho.
Rompiendo con la rutina del trabajo, hace
dos semanas tuvimos tres días libres. Xi´an el destino elegido, nunca pensé conocer
a los famosos Guerreros de Terracota, una maravilla. Este es el precio de estar
tan lejos de tu gente, poder visitar sitios que jamás imaginaste. La ciudad
muestra una China popular que contrasta con las grandes urbes más modernas del país como
son Sanghai o Guangzhou.
La vida no para y Tokyo abre sus
puertas.